Pesca y sostenibilidad en el mar


 

Por Diego Cagliolo

* Fue Subsecretario de Relaciones Internacionales y Cooperación de la Provincia de Buenos Aires entre 2017 y 2019.  Fue fundador y Director Ejecutivo de GLOBA (Agencia de Promoción de Inversiones y Comercio Exterior de la Provincia de Buenos Aires). Actualmente es Director de Proyección Estratégica al Asia de la Fundación Argentina Global y miembro del Consejo Asesor del Observatorio Sino-Argentino. Es Profesor especializado en Política Comercial Exterior, Comercio Internacional, China y Pesca, sector en el que se desempeñó durante más de 15 años como alto directivo comercial de empresas multinacionales radicadas en Argentina.
 

1. Introducción 

La industria pesquera en la Argentina2, si bien fecha sus orígenes en 1820 en las costas  bonaerenses, puede ser considerada una actividad relativamente reciente. La explotación  a gran escala en algunos sectores del mar argentino cuenta sólo unas pocas décadas de vida. Importantes centros industriales pesqueros de la patagonia han visto su desarrollo  en los últimos 20. La estrecha interrelación con el mar y la costa ha sido la clave del  desarrollo económico, demográfico y social de muchas ciudades que han incrementado  signifcativamente su población, ingresos y estándares de vida a partir de la evolución de  la actividad. La industria pesquera constituye uno de los sectores productivos con mayor potencialidad para el desarrollo económico del país por su contribución a las economías  regionales, su capacidad exportadora, su extendida red comercial y de financiamiento  internacional y su aporte a la seguridad alimentaria mundial (Carciofi, Merino, & y Rossi,  2021). 

Esta relativa juventud de la industria, no la hace menos relevante. La pesca constituye  hoy el 8vo complejo exportador del país con aproximadamente 2.000 millones de usd.  (2,6%) (Instituto Nacional de Estadística y Censo, 2021) habiendo superado en algún  momento a las exportaciones de carne vacuna. La Argentina ocupa el puesto 21 entre los  países productores de pesca y representa alrededor del 1% de las capturas mundiales. Se  trata de un sector netamente exportador (más del 90% del total producido), generador de  divisas genuinas y presencia comercial consolidada en mas de 100 países en los 5  continentes. 

La pesca marítima industrial comprende un complejo entramado empresarial de capital  intensivo que depende de una serie de factores con índices propios de variabilidad. El  sistema de producción pesquera opera bajo una fuerte restricción producto de la disponibilidad y localización/accesibilidad del recurso (climas adversos, profundidades),  y como consecuencia de ello requiere de una compleja organización y dinámica. El  empresario debe organizarse de forma tal, que pueda decidir qué (especies) va a pescar,  dónde (áreas de pesca), cuándo (temporadas), cuánto (cuotas-licencias), cómo (barcos y  artes de pesca) y para quién (mercado interno o externo) producirá. 

A pesar de esta dificultad, la actividad pesquera ha mostrado una evolución positiva en  su desarrollo industrial y comercial a los largo de los años, a diferencia de muchas otras  industrias tradicionales en decadencia. No obstante ello, goza todavía de bajos niveles de  conocimiento general en la población y en los hacedores de políticas públicas que  invisiviliza sus beneficios y le otorga poca centralidad en el debate del modelo de  crecimiento que la Argentina necesita para afrontar y superar de manera definitiva las crisis recurrentes a las que se enfrenta. Incluso aún peor, la pesca es comunmente asociada  a cuestiones que afectan su popularidad como el deterioro del medio ambiente, la  sobreexplotación o la falta de controles y transparencia.  

Otras características salientes de la pesca en la Argentina lo constituyen su alta  empleabilidad, con más de 14 mil empleos directos (Ministerio de Trabajo, 2022) y casi  100 mil adicionales indirectos; la alta dependencia de la coyuntura internacional (precios  de los commodities internacionales y mercados); las importancia de su participación en  las cadenas logísticas y la gran relevancia geopolítica de la actividad y sus implicancias  en temas sensibles (Ej: Malvinas, Milla 201). Como sostiene el informe sobre  trazabilidad de la Pesca del Círculo de Políticas Ambientales: 

“Conviene señalar las diferencias entre la pesca en el Mar Argentino dentro de  las 200 millas, debidamente regulada y reglamentada de lo que ocurre en aguas  internacionales donde operan las flotas de pesca en aguas distantes (DWF, por sus  siglas en inglés) las cuales han expandido su tamaño y alcance alrededor del  mundo. Las mejoras de la industria, incluidos los buques refrigerados, los  procesadores en el mar y el transbordo, han permitido que las flotas DWF  permanezcan navegando durante períodos de tiempo más largos, lo que les ha  ayudado a capturar más pescado más lejos de casa, y más barato Este tipo de flotas  DWF, además, avanzan sobre las zonas económicas exclusivas de otros países,  poniendo en riesgo las economías locales, ya que atentan contra los puestos de  trabajo de los pescadores y socavan la seguridad alimentaria del país. Además, las  flotas que se dedican a la pesca INDNR ponen en peligro la gestión pesquera y  amenazan los ecosistemas marinos. Las principales flotas DWF corresponden a  China, Taiwán, España, Japón y Corea del Sur. Los países en desarrollo, que  carecen de recursos para una ordenación y aplicación de la norma de pesca  eficaces, son los más afectados por la pesca INDNR debido a la pérdida de  ingresos, la disminución de la seguridad alimentaria y la pérdida de biodiversidad . En el caso de las costas argentinas, se estima que son casi 600 buques los que  integran esa flota y faenan en el límite de la milla 201”. (Círculo de Políticas  Ambientales, 2021)

 

 

2. Sustentabilidad y seguridad alimentaria 

La constante y acelerada evolución de la pesca en el mundo al final de la década del ochenta evidenció con claridad que era imposible mantener una explotación de los  recursos de manera sostenible si no se tomaban medidas (Pagani, A; Gualdoni, P, 2018).  Por este motivo los órganos rectores de la Organización de las Naciones Unidas para la  Agricultura y la Alimentación (FAO), recomendaron la formulación de un Código de  Conducta para la Pesca Responsable (ONU - FAO, 1995), el cual fue adoptado, por  unanimidad, en octubre de 1995. En él se establecieron los principios y las normas  internacionales de comportamiento para prácticas responsables destinadas a garantizar la  conservación, ordenación y desarrollo eficaces de los recursos acuáticos vivos, con el  debido respeto por el ecosistema y la biodiversidad. El Código de Conducta para la Pesca  Responsable reconoce la importancia nutricional, económica, social, ambiental y cultural  de la pesca, así como los intereses de todas las partes involucradas en el sector. 

La industria pesquera argentina representa una industria activa y con un enorme potencial  que se desarrolla dentro de un marco establecido adecuado y de manera ordenada. A  diferencia de otros caladeros en donde impera la falta de regulaciones y normativas, la  Argentina ha logrado ordenar la actividad de manera apropiada contribuyendo al  desarrollo sostenible de la actividad y al cuidado de las especies. Si bien tiene por delante  aún numerosos oportunidades de mejora y aspectos pendientes, constituye un ámbio con  actores definidos, bases establecidas y experiencia de gestión público y privada que ha  permitido una evolución pisitiva a lo largo del tiempo. La norma rectora de la pesca en Argentina es la Ley Federal de Pesca (Ley No 24.922 - Dic 1997) por la cual se crea el Consejo Federal Pesquero, principal organismo regulador  de la actividad pesquera y que es quién define la política pesquera marítima nacional.  Posee una amplia representatividad dado que su integración está compuesta por cinco  representantes del Estado Nacional y un representante de cada provincia con litoral  marítimo. El Art. 9 de la ley establece sus funciones entre las que destacan el  establecimiento de la política pesquera y de la política de investigación pesquera nacional,  la planificación del desarrollo pesquero nacional, el establecimiento de la Captura  Máxima Permisible por especie y las cuotas de captura, aprobar los permisos de pesca  comercial y experimental, fijar las pautas de coparticipación en el Fondo Nacional  Pesquero, establecer los derechos de extracción y fijar los cánones por el ejercicio de la  pesca. La autoridad de aplicación corresponde a la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura  y constituye el órgano ejecutor de la política pesquera. Asimismo, cada provincia con  litoral marítimo tiene sus propios organismos de administración pesquera, con  jurisdicción dentro de las 12 millas del espacio marítimo.  

Independientemente de lo que quede todavía por ajustar (que no es poco y que en una  actividad con tanto dinamismo siempre incorpora nuevas temas a la agenda) los tiempos  en donde “unos pocos en poco tiempo pescaban todo lo que podían con el mínimo  control” han dado paso a una realidad en donde muchos pescan lo necesario con la  mirada puesta en la sustentabilidad de las especies y del negocio. Esta mentalidad  compartida ha generado exitosas políticas de cuidado del recurso, mejora en los controles,  ordenamiento de las pesquerías y aumento de los volúmenes de captura. Como se ha  mencionado varias veces, el recurso depende de la naturaleza, pero la administración de  los mismos depende de las personas. La industria pesquera nacional, en conjunto con las  autoridades, entendieron la necesidad de resguardar la sustentabilidad y promover la  seguridad alimentaria nacional y mundial. Esto no solo sucede porque en algunos casos  particulares las leyes (nacionales e internacionales) específicamente así lo establezcan, sino por una creciente tendencia en el consumo mundial relacionada con nuevos  requerimientos de los consumidores que impulsan nuevos estándares globales para la  comercialización y que a veces no se traducen necesariamente en normas, pero  constituyen exigencias del mercado que se deben satisfacer. Mantener la reputación y la  viabilidad de la marca a largo plazo y la consolidación de mercados y clientes, obliga a  que se avance en medidas que intenten evitar el fraude o el etiquetado incorrecto, la  alteración de los alimentos, mejorar la trazabilidad y otras demandas relativas a productos  que aseguren la calidad, su condición de saludables, seguros y respetuosos con el  ambiente. 

Precisamente por estos avances es que lossistemas de trazabilidad están adquiriendo cada  vez más relevancia a nivel global en más industrias. La capacidad de rastrear y verificar  la información sobre el origen y el trayecto de los productos, y cómo atraviesan la cadena  de suministro (qué, quién, cómo, dónde y cuándo se pesca, procesa y transporta) brinda  la posibilidad de disponer de información esencial para los consumidores y asegurar una  actividad con esquemas sustentables de manejo y control. La trazabilidad persigue cuatro fines específicos: garantizar la seguridad alimentaria; luchar contra la pesca ilegal,  no declarada y no regulada; garantizar la sostenibilidad de las pesquerías y  combatir los abusos laborales, el trabajo esclavo y las violaciones de los derechos  humanos de los tripulantes (Círculo de Políticas Ambientales, 2021). 

La seguridad alimentaria se ha convertido en un objetivo global, más aún en contextos  como el presente en dónde se encuentra amenaza como resultados del desempeño de la  economía post-pandemia y de la guerra desatada en Ucrania producto de la invasio4n  rusa. La necesidad de asegurar alimentos en cantidad y calidad implica una lucha contra  el fraude. La lucha contra el fraude de los productos del mar puede presentarse en  diferentes formas. La más común es la (1) sustitución de especies en donde un artículo  de bajo valor o menos deseable es vendido en lugar de una opción más costosa o deseable  ya que, una vez que el pescado está procesado, su especie puede ser difícil o imposible de determinar; La segunda es (2) el etiquetado incorrecto, por la cual se intenta ocultar  el verdadero origen de los productos etiquetando incorrectamente el nombre de la especie  y/o el país de origen o zona FAO de pesca para evitar regulaciones y tarifas, o incluso  ingresando pescado capturado ilegalmente en la cadena de suministro; El tercero es (3) el  agregado de terceros elementos (empanizado, agua/glaseo/conservantes u otros) a los  productos del mar para aumentar su peso aparente y comercializar por debajo del valor  real. Si bien se trata de una practica normal y legal, dado que muchos productos  necesariamente requieren de dichos productos agregados para su adecuada conservación,  mantenimiento y transporte, la no inclusión de esos datos y detalles en el peso neto de los  productos constituye un fraude (Oceana, 2016). En Argentina, un estudio realizado por  investigadores locales en 2019 y publicado en Fisheries Research en 2020 reveló que uno  de cada cinco filetes de pescado comercializados en la costa bonaerense no era lo que  indicaba su etiqueta. Se detectó que se vendían especies más baratas como productos de  mayor valor, y la mayoría de las sustituciones incluyeron especies amenazadas de  extinción (Círculo de Políticas Ambientales, 2021). 

Según estimaciones del Global Food Traceability Market (Global Food Traceability  Market , 2021) se prevé́ para el segmento de la pesca la tasa de crecimiento más alta en  el mercado mundial de trazabilidad de alimentos en los próximos años. Según las  directrices recientes de la UE, Japón y EE. UU., la trazabilidad es ahora (y cada vez  más) un mandato para todas las empresas que operan en el mercado de productos del mar y la pesca al cual se le empieza a incorporar el concepto de carbono neutralidad y  reducción de emisiones (FishWise, 2017). Al natural liderazgo de EE.UU. y Canadá en  temas de trazabilidad (por la alta demanda de estos sistemas) se espera un crecimiento  significativo de Asia-Pacifico por el rápido cambio de hábitos de consumo de una  creciente clase media urbana que incorpora la conciencia sobre alimentos y bebidas  saludables (Círculo de Políticas Ambientales, 2021). 

En la Argentina el debate por la trazabilidad fue reabierto recientemente en el Congreso  de la Nación y avanza el tratamiento legislativo de un proyecto unificado que crea un  sistema único de trazabilidad de los productos de la pesca y la acuicultura con destino al  consumo interno o la exportación, con el fin de garantizar la legalidad de las capturas y  producciones, el cumplimiento de las normas de inocuidad, calidad y sostenibilidad de  estos productos a lo largo de todo su ciclo de vida y de asegurar el acceso a la información  trazada3 (Revista Puerto, 2022). En rigor de verdad, algunas acciones en línea con la  trazabilidad ya vienen aplicándose desde hace años (Ej. CCL -Certificado Legal de  Captura- desde el 2008, partes electrónicos, etc) y han contribuido a transparentar la  actividad y evitar abusos. Los avances e innovaciones de los últimos años en materia de  tecnologías de la información han hecho que la gestión del conocimiento y la  transferencia de datos sea más asequible y económica y facilite a actores pequeños y  medianos, el acceso confiable y eficiente a la información. Simultáneamente, facilita la  tarea de control de la autoridad de aplicación, reduce la carga burocrática y contrinuye a  a modernización de la actividad y su monitoreo. Restan definir aun los detalles del alcance  de la norma y, se espera que su implementación no constituya nueva carga burocrática ni  superponga organismos y sanciones sin criterio unificado.  

El sector ha iniciado también procesos de certificación de pesquerías como indicador de  pesca sostenible bajo estándares internacionales de la mano de firmas privadas  reconocidas internacionalmente. Algunos ejemplos como la certificación del recurso  anchoíta patagónica, el interés por avanzar en ese tema para la pesquería del langostino en Rawson, o avances voluntarios de algunas empresas privadas para certificar sus  propios procesos son muestras acabadas de que se avanza en la línea adecuada y que el  concepto ha sido incorporado en el empresariado nacional. Sólo algunos años atrás hubiera sido impensable esta situación. Si bien todavía se enfrentan resistencias puesto  que no esta debidamente determinado el costo total que implican estas iniciativas y no es  claro o evidente el beneficio económico en el corto plazo, se entiende que hay un cambio  de mentalidad positiva en el sector acorde a los tiempos que corren y que hace avizorar  un buen horizonte para la industria y su participación internacional en cuanto a actividad  segura, comprometida y responsable con la calidad alimentaria y el cuidado del medio  ambiente. 

 

3.Conculsiones

Como mencionamos al comienzo, la industria pesquera en la Argentina es una actividad  relativamente reciente cuya explotación a gran escala en algunos sectores del mar  argentino cuenta sólo unas pocas décadas. La pesca marítima industrial comprende un  complejo entramado empresarial de capital intensivo que depende de una serie de factores  con índices propios de variabilidad. El sistema de producción pesquera opera bajo una  fuerte restricción producto de la disponibilidad y localización/accesibilidad del recurso (climas adversos, profundidades), y como consecuencia de ello requiere de una compleja  organización y dinámica. El empresario debe organizarse de forma tal, que pueda decidir  qué (especies) va a pescar, dónde (áreas de pesca), cuándo (temporadas), cuánto (cuotas licencias), cómo (barcos y artes de pesca) y para quién (mercado interno o externo)  producirá. Se trata de un complejo entramado empresarial de capital intensivo que  depende de una serie de factores con índices propios de variabilidad. 

A pesar de esta dificultad la actividad industrial pesquera argentina constituye una  industria activa que ha sostenido una evolución favorable en el tiempo y ha mostrado una  evolución positiva en su desarrollo industrial y comercial a los largo de los años, a  diferencia de muchas otras industrias tradicionales en decadencia. Con un enorme  potencial por su contribución a las economías regionales, su capacidad exportadora, su  extendida red comercial y de financiamiento internacional y su aporte a la seguridad  alimentaria mundial, la pesca en Argentina se desarrolla dentro de un marco establecido adecuado y de manera ordenada aunque aún tiene espacio de oportunidades para el desarrollo y la mejora. No obstante, la pesca es comunmente asociada a cuestiones que  afectan su popularidad como el deterioro del medio ambiente, la sobreexplotación o la  falta de controles y transparencia. Goza todavía de bajos niveles de conocimiento general  en la población y en los hacedores de políticas públicas que invisiviliza sus beneficios y  le otorga poca centralidad en el debate del modelo de crecimiento que la Argentina. 

La sustentabilidad y el manejo responsable de los recursos y el cuidado del medio  ambiente se han constituido en una demanda mundial y un objetivo global.  Conjuntamente con la exigencia de un mundo que evolucione hacia la  carbononeutralidad, la creciente tendencia en el consumo mundial relacionada con  nuevos requerimientos de los consumidores que impulsan nuevos estándares globales  para la comercialización se ha convertido en una temática prioritaria para la industria. Si  bien no necesariamente siempre se encuentra plasmado en la letra de la legislación de los  mercados de destino (aunque se avanza en ello), estas nuevas demandas constituyen  exigencias del mercado que se deben satisfacer. Mantener la reputación y la viabilidad de  la marca a largo plazo y la consolidación de mercados y clientes, obliga a que se avance en medidas que intenten evitar el fraude o el etiquetado incorrecto, la alteración de los  alimentos, mejorar la trazabilidad y otras demandas relativas a productos que aseguren la calidad, su condición de saludables, seguros y respetuosos con el ambiente. 

Para ello es vital obtener información ambiental, biológica, tecnológica, económica y  social de calidad. La información y el manejo de datos actualizados y en tiempo real  mejorará notablemente la administración de la pesquería y la industra en general. Se  requiere un análisis integrado, que se sirva de una serie de datos, para realizar  evaluaciones de previsión de las condiciones futuras y de los resultados de las medidas  de ordenación alternativas (FAO, 2020). Es incuestionable que cuanto mayor sea el  conocimiento de los elementos componentes de la problemática que se analiza y más  completa y oportuna la información que se pueda disponer sobre la misma, mayor será también la capacidad para tomar las decisiones y para observar con más claridad y  precisión las múltiples y complejas relaciones de causa-efecto que puedan existir entre  los hechos de una situación dada (Bertolotti, 2016).

Una industria moderna, inserta en los mercados de manera profecional y responsable,  requiere que las cuestiones de sostenibnilidad, trazabilidad y cuidado del medio ambiente  estén presentes en primer lugar en la agenda del nuevo siglo.