Riesgo geopolítico en el centro de la escena


 

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Por Esteban Actis

En los últimos años han proliferado distintas interpretaciones que ponderan que el mundo experimenta un proceso de desglobalización, en relación a una ralentización de su crecimiento del comercio (Slowbalization) y del avance de la fragmentación geoeconómica, termino acuñado por el FMI en 2023. Sin embargo, recientes estudios como los de Richard Balwing y Brad Setser evidencian una importante resiliencia de la globalización a pesar de los shocks tras shocks experimentados en el último lustro.

Ahora bien, más allá de pensar cambios cualitativos sobre la globalización (impacto en los flujos) es necesario pensar los cambios cualitativos, sobre los fundamentos. En ese sentido, la idea de globalización de riesgos (donde el capital transnacional se movía globalmente con el objetivo de ganar eficiencia reducir al máximo los costos, a partir de la idea del offshoring) ha dado paso a una globalización de riesgos. La irrupción de factores políticos (el surgimiento de fuerzas iliberales en el corazón del sistema), geopolíticos (disputa política entre Estados Unidos y China, conflicto militar entre Rusia y Ucrania) y entrópicos (pandemia, cambio climático) han provocado que en cualquier hoja de ruta del mundo corporativo, además de intentar minimizar costos y alcanzar la eficiencia, se deban principalmente intentar minimizar riesgos.

En ese marco, en los últimos años la “geopolítica” se ha transformado en uno de los mayores temores de los inversores y de los grandes actores de la globalización, tanto sobre la economía real como sobre el sistema financiero.   En enero de 2023, en la fría y hermosa ciudad de Davos, el Chairman del fondo de inversión Warburg Pincus, Charles Kaye señaló: “La geopolítica que había estado en los bordes de la globalización, está ahora al frente centro de las decisiones de inversión”. Esa frase resumía el espíritu del mundo corporativo multinacional atravesado por las tensiones comerciales entre EEUU y China desde 2018, y luego -durante todo el 2022- por los impactos económicos de la guerra en Ucrania.  

Con el fin de la guerra fría y el auge de la hiper-globalización el “riesgo político” para el mundo empresarial era un problema circunscripto para capitales y firmas que operaban en mercados emergentes cuyos gobiernos decían cambiar súbitamente las reglas de juegos, la denominada seguridad jurídica. La incertidumbre provenía de nacionalizaciones y expropiaciones, control de capitales, inestabilidad política, golpes de estado o guerra civiles que afectaban el clima de negocios de quienes buscaban rentabilidades en economías en desarrollo.

Sin embargo, en la última década, el riesgo político y la incertidumbre se movieron de la periferia (los bordes) al centro y el corazón del sistema. El mundo vive el regreso de la geopolítica, es decir el regreso de la competencia entre grandes potencias en búsqueda de la influencia, el poder, y en última instancia, nada menos que la propia supervivencia estatal -esa es la percepción de muchas elites gobernantes-.  El escenario descripto ha sido la norma en la historia de las relaciones internacionales desde la denominada Paz de Westaflia (1648) con la irrupción del estado-nación como actor principal. Sin embargo, la gran particularidad del actual momento histórico es que la pugnacidad y rivalidad entre Estados se da en un inédito nivel de interdependencia económica entre los países (el comercio de bienes globales representa 60% del PBI mundial) y de grandes corporaciones cuyos principales profits dependen de los flujos transfronterizos.  

Un conflicto geopolítico es, en el mejor de los casos, un juego de suma cero: las ganancias de una parte son pérdidas para la otra. En cambio, el comercio y la producción en el marco de la globalización -las cadenas globales y la fragmentación de la producción- han sido entendidas como un juego de suma variables: la idea que todos los participantes (países y empresas) ganan, inclusive siendo ganancias desiguales.  

Rusia buscó un juego de suma cero cuando decidió dejar sin energía a Europa. EEUU decide un juego de suma cero cuando prohíbe exportaciones de tecnología a China, y Beijing decide el mismo juego cuando busca paralizar el mercado de tierras raras. En ese contexto no solo se ven afectado los países sino empresas que operan en distintas cadenas de suministros y fondos de inversión que invierten en distintos sectores de la economía real.

En la era del riesgo geopolítico los cambios de reglas de juego no provienen de un extravagante líder de América Latina o de África, emanan de aquellos países que le dieron forma material y normativa a la globalización. Para los mercados la incertidumbre significa la aparición de eventos que no pueden ser previstos. La magnitud de los anuncios de Trump del 2 de abril en el Liberation Day no estaba en el pricing de ningún actor. Tal fue el impacto que el World Uncertainty Index (WUI) creado por el FMI alcanzo un récord absoluto en mayo de 2025.

Las grandes potencias comienzan a utilizar un conjunto de herramientas e instrumentos económicos desde aranceles, sanciones, licencias/prohibición de exportación y subsidios para promover objetivos geopolíticos y de seguridad nacional. Mientras la lógica geopolítica busca asegurar el control, la idea de secure trade (ejemplo sobre una cadena de suministro) los mercados siguen buscando maximizar eficiencia, algo cada vez más difícil en el mundo actual.  

Los datos recopilados por el sitio Global Trade Alert (GTA) muestran que el porcentaje de acciones de política industrial en los países del G7, Corea del Sur y Australia que citan razones de seguridad o geopolíticas aumentó bruscamente del 26% en 2023-2024 al 63% en 2025. En cambio, las justificaciones relacionadas con el clima cayeron del 29% al 12%, lo que indica un alejamiento de las prioridades medioambientales. EEUU ejemplifica esta tendencia con el Regreso de Trump. Los elementos de la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), que se promovieron como una iniciativa ecológica, se interpretan ahora desde la óptica de la seguridad nacional. Los incentivos fiscales se diseñan cada vez más para excluir los componentes de naciones consideradas hostiles

Para Ian Bremmer, director y creador de Eurasia Group -una de las principales consultoras de riesgo político a nivel mundial- EEUU, el centro del capitalismo occidental, representa actualmente la mayor fuente de incertidumbre en el mundo, una afirmación impensada escuchar hace unos años atrás. Multinacionales que salieron de China para invertir en la lógica del friend-shoring (relocalización en aliados) promovida por la administración Biden, como el caso Vietnam, se vieron de un día para otro con la amenaza de un arancel del 49% para ingresar al mercado estadounidense.    

Ante esta realidad, el mundo empresarial/corporativo comienza a incluir el análisis y el seguimiento de la geopolítica en sus procesos decisorios. Por ejemplo,  JP Morgan Chase creó en abril el “Center for Geopolitics” un espacio de análisis dedicado a ayudar a sus clientes a navegar los desafíos globales. Su director es Derek Chollet, un experto estadounidense en política exterior, ex asesor del partido Demócrata. En ese marco, el Jamie Dimon Chairman and CEO del JPMorganChase declaró un frase que sintetiza el sentimiento de los mercados en la actualidad: Our greatest risk is geopolitical risk.

Con ese mismo espíritu, BlackRock -el mayor fondo de inversión del mundo- ha crado el denominado The global BlackRock Geopolitical Risk Indicator (BGRI) que tiene el objetivo de capturar la atención de los mercados a los riesgos geopolíticos, cuando los mismos comienzan a estar en el radar de los inversores. Esta herramienta que era auxiliar años atrás, hoy es un activo importante de información. En el último reporte de Julio 2025, la probabilidad de ocurrencia de los 6 principales riesgos identificados es “alta”, algo nunca visto en el desarrollo de los informes anteriores.

Por su parte, las firmas multinacionales de sectores atravesadas fuertemente por las tensiones geopolíticas, como es la tecnología, han comenzado a incorporar divisiones que tienen el objetivo principal de vigilar el panorama geopolítico, ayudar a elaborar previsiones, planificar diversos escenarios y mantener informados a los altos directivos para que puedan responder con rapidez y resiliencia ante distintos shocks geopolíticos. Algunas empresas comienzan a incorporar un responsable de geopolítica (Chief Geopolitical Officer) que trabaje para garantizar que la empresa esté preparada para reducir las amenazas y maximizar las oportunidades de los cambios geopolíticos mundiales ya sean coyunturales (ej. acelerar una línea de producción o stockear un insumo) como de largo plazo (dónde mover una fábrica). Por ejemplo, Mikko Hautala (ex diplomático finlandés) se convirtió en octubre de 2024 en el Chief Geopolitical and Government Relations Officer de Nokia. Por su parte, Sebastian Reyn (ex Ministro de Defensa de Países Bajos) fue nombrado como Head of Geopolitics and Global Advocacy de la compañía ASML, firma que tiene el monopolio de la máquina que permite diseñar los semiconductores de vanguardia.

Otro sector fuertemente afectado por las disrupciones vinculadas con la geopolítica es el sector de la logística internacional. Oscar de Bok, CEO global de DHL Supply Chain, señala que desde la empresa es cada vez más importante estar leyendo constantemente sobre los rápidos cambios que ocurren en el plano geopolítico, no tanto sobre la política en sí, sino cuál es su impacto en la cadena de suministro y, en consecuencia, qué significa eso para los clientes. Las correas de transmisiones de los shocks geopolíticos no son iguales, dependen de cada sector. 

Las recientes tensiones entre India y Pakistán y la “Guerra de los 12 días” entre Israel (EEUU) e Irán muestran una rápida aceleración de la descomposición de el orden internacional signado por las tensiones geopolíticas. Esta es la nueva normalidad donde se deben posicionar el mundo corporativo con inserción global. Como señaló el analista Oliver Stuenkel en un posteo en redes sociales, la industria del riesgo geopolítico está entre la más beneficiada con el regreso de Trump. En definitiva, para el mundo corporativo, la Era del Riesgo Geopolítico llegó para quedarse. Quienes más rápido incorporen esta variable a su esquema de negocios, más rápido tendrán una capacidad de resiliencia y adaptación a un escenario internacional atravesado por la volatilidad y la incertidumbre.       

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