Roxana Borzi

 

 


En la receptiva epidermis de irregularidad casi orográfica que le garantiza el peculiar gramaje de un papel no menos singular, ROXANA BORZI se entrega con la dosis exacta de control y de audacia al desarrollo de sus convulsivas, y delicadas, floraciones. La expansión nuclear que una y otra vez brota como una invasiva araña húmeda sobre esas llanuras verticales de soterradas nervaduras, en medio de un minucioso acompañamiento de grafismos en tinta, es el centro cromático, geográfico y anímico de sensoriales combinatorias, que van sumándose como una suite bidimensional de fisonomía tan pregnante como indiscernible, capaz de hacernos ver simultáneamente espacio y materia, terreno y atmósfera, tormenta y remanso, sangre y fuego.

En algunas variantes de formato menor y producidas casi exclusivamente en estricto blanco y negro, ciertas deliberadas protuberancias que se agregan al papel y lo recorren adquieren decisiva relevancia como factores de surgimiento casi automático de un paisaje siempre más hipotético que visible. A Borzi le basta apenas con deslizar lateralmente el pincel impregnado en tinta con una mínima cuota de protagonismo, para dejar que el soporte y el elemento fluido se comporten por sí mismos en la simple confluencia física de sus singularidades, traídas a la visibilidad con una mínima intervención de la artista.

Esta conciencia de la justa proporción entre las acciones y las imprescindibles actitudes contemplativas es una virtud de difícil cumplimiento, habida cuenta de que, a veces, la instantánea fascinación que acomete al artista imbricado en este tipo de lenguaje puede llevarlo tanto al exceso de registros sensualistas como a la impostada utilización de los silencios y las pausas. En ese sentido, Borzi demuestra estar perfectamente a salvo de ambos peligros, mostrando una capacidad de equilibrio y sensatez en la búsqueda de la más justa economía de medios, para que sus motivos crezcan y se extiendan con una notable naturalidad.

Esto no obsta para que también se permita arrebatos de improvisación y desacato, que se adivinan en la manera crispada de algún borbotón, en la riesgosa superposición de ciertos tonos y pigmentos, en la electrizada descarga de determinados trazos y huellas que salen disparados desde el epicentro generativo que suele organizar la composición hacia los bordes tensionados del plano. En cualquier caso, nunca habrá en el planteo general de Borzi ningún remezón de autocomplacencia ni de amanerada estilización, como tampoco la prematura inscripción en ningún canon demasiado evidente. Sus modos gráficos son lo suficientemente distintivos como para hacerse oír, y a la vez tan concentrados en el ensayo íntimo y la experiencia introspectiva que parecen una de las formas ornamentales del silencio. En los artistas como ella, cada pieza es el reflejo de una búsqueda tan reflexiva como insistente; la pesquisa de la noble equidistancia entre el deseo, la pulsión motora, el procedimiento y el balance entre logros y pérdidas.

Eduardo Stupía

 

 

La muestra podrá visitarse del 5 de junio hasta el 5 de julio, de lunes a viernes de 10 a 20 horas en Fundación ICBC, ubicado en Riobamba 1276, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La entrada es libre y gratuita.