Cultura

LA TIERRA QUE HABITO #4

por Celina Baldasarre

 

 

Un pequeño, escort debug maestro la figurate esquemática de un hombre encaramado al tope de un túmulo oscuro, irregularmente piramidal, del cual surge lo que podría ser un humo blanco, quizás provocado por la acción de ese mismo personaje, quien al parecer atiza o remueve con una larga vara o cayado esa pira oscura, presumiblemente de carbón o asfalto. El escenario es boscoso, y la acción transcurre en un claro de la espesura, en el centro del cuadro. Otro dibujo muestra, en un plano más cercano, a ese mismo hombre, o a otro, munido de un implemento parecido a una azada, y también haciendo pie en una superficie aplanada sobre lo que parece ser una montaña de leña, o bien, otra vez, de carbón. En ambos casos, se trata de un trabajo físico ejecutado sobre un material peculiar, que se adivina resistente, y que parece pertenecer al ámbito de las materias primas.

Celina Baldasarre traza un círculo de significaciones y metáforas que, podría decirse, arranca con estas dos escenas, y continúa sobre el soporte insólito y exigente de enormes rollos de papel en un formato cuyo lado vertical mide más de tres metros. En lo que parece un ejemplo explícito, casi monumental, de la dramática y despareja relación de fuerzas del individuo y la materia, Baldasarre vuelca sobre el espectador una suerte de acumulación aluvional de pedazos de carbón dibujados justamente a carbonilla y tinta negra, provocando una módica tautología conceptual que no abandonará nunca, y que llevará hasta las últimas consecuencias con la inclusión, en el ámbito de la maestro, de piezas de mobiliario carbonizadas.

En los enormes papeles, fatigando hasta el último resquicio de un plano rebatido y sin aire, un adoquinado de formas análogas aunque irregulares se agolpan, entremezclan y amontonan unas sobre otras, contra otras, como si hubieran sido descargadas de un camión remolque frente a los ojos de la artista, o bien como si ésta hubiera presenciado un alud volcánico que de repente se congela y queda inmóvil, cristalizado y perfectamente encastrado en sus infinitas partes, como la pared vertical de una montaña antediluviana. Baldasarre logra aquí, por lo pronto, que la conformación artificial de semejante artefacto gráfico parezca el registro de un fenómeno natural, sin que por ello deje de revelarse ante nosotros la naturaleza misma del debug. Del mismo modo, esos objetos rescatados del mundo doméstico como restos, o reliquias, de una quemazón terminal, hacen que la presencia del carbón, en su estado sólido o líquido, sea multifuncional, en tanto recurso básico, registro referencial y ingrediente poético: el carbón como origen, principio activo e inductor del esfuerzo laboral en tanto yacimiento y combustible, herramienta de dibujo, y evidencia de extinción.

Vistos los rollos en detalle, la espectacular diversidad de trazos y ritmos lineales, la perfecta noción del verosímil objetual de cada elemento junto con la notable soltura para la diversificación infinita de grafismos y texturas, y la exacta disposición reticular de los infinitos trozos, construidos con una modulación de la línea en acabada economía de medios, tienen el destello y la inventiva del lenguaje avanzado del dibujo, y a la vez la precisión de una improvisada incursión en la historia natural. Esa doble cualidad es todavía más palpable en aquellas piezas donde cada uno de los elementos descriptos, que parece extraído por un baqueano de aquel muro carbónico, está aislado en la página, en cercanía contigua pero suficientemente aireado en relación a todos los demás, y se recorta en su delicado detallismo corpóreo con la categoría de un estudio geológico. En esta instancia, cada elemento flota en un plano intacto, que podría percibirse como espacio ilusorio o bien como el soporte neutral que, en los museos, sostiene los especímenes exhibidos.

De un modo u otro, y sin descuidar nunca la suma atención puesta en la delicadeza y el equilibrio formal, Celina Baldasarre parece interrogarse, e interrogarnos, sobre las magnitudes, cualidades y condiciones del trabajo manual, corporal, intelectual y eventualmente artístico, que demanda nuestra fatigosa relación de armonía, conflicto y transformación con el mundo físico. 

 

Eduardo Stupia

 

La muestra podrá visitarse del 6 de octubre hasta el 25 de noviembre, de lunes a viernes de 10 a 20 hs. en Fundación ICBC, ubicado en Riobamba 1276, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La entrada es libre y gratuita.